Su vida

“La santidad, la plenitud de la vida cristiana no consiste en realizar empresas extraordinarias, sino en unirse a Cristo, en vivir sus misterios, en hacer nuestras sus actitudes, sus pensamientos, sus comportamientos

Benedicto XVI

 

SIERVA DE DIOS, MADRE Mª ISABEL DEL AMOR MISERICORDIOSO
(1907-1987)

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Mª Isabel, antes de su entrada
en el Carmelo.


CARMELITA DESCALZA
FUNDADORA DEL MONASTERIO
DEL ESPÍRITU SANTO

Desde el Centro del Amor, en la gloria de los Bienaventurados, una sencilla flor cultivada en el jardín de Santa Teresa de Jesús, se abre con aroma de santidad: la Sierva de Dios, Madre María Isabel del Amor Misericordioso, fundadora del Monasterio del Espíritu Santo, en Orito-Monforte del Cid (Alicante). Su vida es ejemplar no sólo para el Carmelo Descalzo Teresiano, sino también para todo cristiano, en su espiritualidad profundamente evangélica, arraigada en las raíces del bautismo, y cultivada en la vivencia del mandamiento nuevo de Jesús.

“El tener padres virtuosos y temerosos de Dios me bastara…”
Sta. Teresa de Jesús

Mª Isabel Zapata de Calatayud Benavent nació en Gandía (Valencia), el día 28 de diciembre de 1907. Fue la séptima hija del hogar formado por el Excmo. Sr. D. Adulfo Zapata de Calatayud y Estaña, Barón de Agres y de Sella y la Excma. Sra. Baronesa Dña. Isabel Benavent Ascó. El mismo día de su nacimiento fue bautizada en la pila bautismal de San Francisco de Borja, en la Parroquia de la Asunción de Ntra. Señora. Sta. María Colegiata, de Gandía.

Vista de Agres (Valencia).

Era el gozo y la alegría de sus padres el que los niños recibiesen cuanto antes la filiación divina. Ya había en el mundo un corazón más donde la Trinidad hiciese su morada.

En su infancia y juventud quedó profundamente impresa en ella la huella de la formación religiosa recibida en el seno de su familia, en la que el testimonio de amor a Dios y al prójimo era fundamental. La elevada posición social de los Barones de Agres y Sella nunca los distanciaba de la gente sencilla, sino que, con afabilidad y sentido cristiano de fraternidad, todos se sentían acogidos y valorados, especialmente los pobres y la servidumbre de la casa.

Una anécdota de este tiempo revela simbólicamente lo que fue la vida de Madre Mª Isabel. Cuando la pequeña aún no tenía tres años se perdió. Se la buscó por toda la casa, pero nadie la veía. Registraron el jardín, indagaron por los alrededores; hubo incluso que avisar a la guardia civil… Inesperadamente se la halló dentro de un armario, abrazada a un precioso vestidito rosa, que se le estaba confeccionando, y que, al probárselo, a ella le había encantado. Hasta había derramado lágrimas cuando hubo que quitárselo.

La niña, tras haberlo buscado y encontrado, se abrazó fuertemente a él, quedando dormida allí mismo, en el ropero, ajena al drama que había desencadenado. Así fue su vida, un anhelo continuo hasta alcanzar el tesoro de Dios en ella, un tesoro por el que lo vendería todo, al que se abrazó con todo su ser, y por el que se ocultó en la soledad del Carmelo. La cruz y el sufrimiento marcaron el camino de Mª Isabel, desde los albores de su biografía. Cuando tan sólo contaba tres años de edad, falleció su joven madre. La niña experimentó, con angustia en su corazón, el desgarrón de la separación y la nostalgia del vacío materno. Fue éste el tiempo en el que despertó en ella el amor a la Stma. Virgen, donde encontró refugio su orfandad. Y, como en otro tiempo lo hiciera Santa Teresa, se confió totalmente a María, ante una imagen de la Inmaculada, en la iglesia parroquial de Ibi (Alicante).

Adulfo contrajo segundas nupcias con Dña. Amelia García Arias, señora también de estirpe noble. Sin embargo, las expectativas de D. Adulfo con este segundo matrimonio resultaron fallidas.

Dña. Amelia no consiguió llenar el hueco que en la familia había dejado la muerte de Dña. Isabel. Los hijos, y especialmente la pequeña Mª Isabel, no podían reemplazar en lo más íntimo de su corazón a mamá Isabelita.

Dos años más tarde, muere D. Adulfo, víctima de una pulmonía. Quedan los hijos al cuidado de Dña. Amelia, que pronto acabó por eludir la responsabilidad de aquella casa. Los pequeños fueron confiados a un tutor, a un administrador y demás criados de la casa.

Tras una esmerada preparación, el día de la Stma. Trinidad del año 1915, Mª Isabel hizo su primera Comunión, en la que conscientemente acogió el don de Jesús Eucaristía, con gozo indecible.

Su adolescencia floreció bajo la impronta que dejara en ella la influencia de su padre y de sus preceptores, que la educaron en la práctica de las virtudes cristianas. Fue una joven amante de los valores más nobles del ser humano, y a quien la temprana experiencia de la cruz había dotado de una madurez poco común.

En su juventud se enamoró de un joven llamado Juan Giner Castelló. Tejió con él proyectos de vida santa matrimonial; mas, conociendo la radicalidad con que su corazón ardiente se entregaba, se decidió finalmente por la vocación religiosa, con una muy determinada determinación. Quería ser enteramente para Dios, con todo su ser indiviso.

“Determiné hacer eso poquito que era en mí…”
Sta. Teresa de Jesús

En el discernimiento de su vocación, fue encaminada por su confesor al Carmelo Descalzo Teresiano. El día 7 de junio de 1928 ingresó en el Monasterio del Corazón Eucarístico de Jesús, en Manises (Valencia). Hizo su Postulantado con todo fervor. Firmemente asida a Jesucristo, superó pruebas y dificultades, en seguimiento de su Señor. Tomó el Hábito el 20 de diciembre de 1928. A partir de este momento su nombre religioso fue el de María Teresa del Amor Misericordioso. Por su fidelidad en la práctica de las virtudes pequeñas y ocultas, por su fina caridad, por su amable y perenne sonrisa llegó a ser un vivo ejemplo de Sta. Teresa del Niño Jesús.

Hna. Mª Teresa (segunda por la izquierda).
Bechí (Valencia).

Una de estas fundaciones, la de la Olla de Altea, contó con Hna. Mª Teresa en el grupo de fundadoras. El día 12 de octubre de 1956, partieron para Altea, donde fundaron el Carmelo del Sagrado Corazón de Jesús. En este nuevo Carmelo, fue nombrada Maestra de Novicias y colaboró en el gobierno conventual, al ser elegida segunda Clavaria`. Como Maestra de Novicias, fue una gran formadora. La medida de la virtud la cifraba en el Evangelio, vivido con radicalidad, dando la primacía a la práctica de la caridad. Formaba a las hermanas según el carisma propio que Santa Teresa de Jesús implantó en sus Monasterios, e insistía en la necesidad de la abnegación, para dejar paso a Cristo en la vida de la Carmelita.

A raíz del Concilio, se ofreció a las Monjas la posibilidad de recuperar el nombre de bautismo o bien seguir con el tomado en la vida religiosa. En el Monasterio de Altea se optó por volver al nombre de bautismo, conservando el apellido religioso. Así pues, el nombre de la Sierva de Dios pasó a ser el de Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso.

Excmo. y Rvdmo. Mons. Dr. D. Pablo Barrachina y Estevan. Obispo de Orihuela-Alicante.

La celebración del Concilio Vaticano II fue para ella un don de la Providencia. Como Priora y como fiel hija de la Iglesia, recibió con corazón abierto los documentos conciliares, especialmente el Perfectae Caritatis, en las indicaciones que el mismo hace de renovación de la vida religiosa, “desde la vuelta a las fuentes de la vida cristiana y a la inspiración primigenia de los institutos, con la adaptación de los mismos a las condiciones cambiantes de los tiempos”, y teniendo como “última norma de la vida religiosa el seguimiento de Cristo, según el Evangelio”, todo ello bajo la tutela y guía de la Iglesia. Con la reflexión de los textos conciliares, el espíritu evangélico de la Madre revivía, añorando algo hermoso para el Señor que todavía no sabía definir.

“Estando allí un día en oración, me fue dicho de nuestro Señor que fuese a fundar…”
Sta. Teresa de Jesús

En el espíritu de Madre Mª Isabel, la fidelidad al carisma de Sta. Teresa de Jesús, así como la vivencia del mandamiento nuevo del amor, en el que veía el corazón del Evangelio, hicieron de ella un instrumento dócil en manos del Espíritu Santo que, en su providencia, la tenía destinada para una nueva fundación: el Carmelo del Espíritu Santo, en Orito-Monforte del Cid (Alicante).

Madre Mª Isabel abrió su alma al Obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Mons. Dr. D. Pablo Barrachina y Estevan quien, tras discernir el espíritu que movía a la Madre, aprobó y alentó el proyecto de la fundación. Como verdadero Padre, le ofreció su mediación ante la Santa Sede, e indicó el lugar donde ubicar el nuevo Carmelo: Orito. Junto con el Sr. Obispo, el Siervo de Dios, Diego Hernández González, confesor de la Comunidad de Olla de Altea, y con quien Madre Mª Isabel se comunicaba en dirección espiritual, vio que en aquella proyectada fundación, la Madre era inspirada por Dios. Éstas fueron las palabras del Padre Diego tras escucharla: “Yo, que no acostumbro a contestar antes de pensarlo bien en la oración, ¡cómo me hablaría esta mujer!, que viendo claro, contesté inmediatamente: ESTO ES DE DIOS”.

Hasta que la fundación llegó a ser un hecho, muchos fueron los sufrimientos, dificultades y contratiempos. El sello de la cruz marcó el camino de Altea a Orito, mas este sello era al mismo tiempo la seguridad de que Dios quería ese nuevo Palomarcico.

Hna. Mª Teresa. Toma de Hábito.

“En tomando el hábito… a la hora me dio un tan gran contento de tener aquel estado, que nunca más me faltó hasta hoy”
Sta. Teresa de Jesús

En su Noviciado, se dedicó de lleno a conocer más de cerca la vocación a la que había sido llamada, en la práctica de las virtudes propias que se acostumbran en el Carmelo, y que Santa Teresa de Jesús propone como formativas de la Carmelita Descalza: el desasimiento de todo lo creado, la humildad, y la caridad, virtud ésta en la que habría de sobresalir la Hna. Mª Teresa ya desde los inicios de su vida religiosa. Pasado el año de Noviciado, hizo su Profesión simple el 7 de enero de 1930, y la solemne el 7 de enero de 1933.

Con el estallido de la guerra civil y la consecuente persecución religiosa, las Carmelitas Descalzas de Manises abandonaron el Monasterio. Hna. Mª Teresa y dos Hermanas más de la Comunidad, una de ellas la Sierva de Dios, Madre Margarita Mª del Corazón Eucarístico de Jesús, Fundadora del Carmelo de Lugo, se refugiaron en casa de la familia de D. Vicente Vilar y Dña. Isabel Rodes, matrimonio cristiano muy ejemplar, que vivía en Manises. D. Vicente Vilar murió mártir de la fe, la noche del 14 de febrero de 1937.

Más tarde, desde Manises, Hna. Mª Teresa se trasladó a Valencia, donde consiguió un trabajo en un Hospital para niños tracomatosos. Allí, con indecible caridad, se desvivió en el cuidado de los enfermos, especialmente de aquéllos que, marcados por profundas heridas, tenían un comportamiento más difícil e indisciplinado.

Hna. Mª Teresa. Tiempo de exclaustración.

En el transcurso de la guerra, dos de sus hermanos -Adolfo y Juan- y su cuñado Ciríaco fueron encarcelados en la misma ciudad de Valencia. Hna. Mª Teresa hizo cuanto pudo por aliviar la situación de sus familiares presos, hasta privarse de alimentos que ella misma les llevó a la cárcel.

Mientras duró la exclaustración fueron varias las ocasiones en las que se vio sometida a fuertes atropellos, en los que brilló la reciedumbre de su fe y la heroicidad de su amor. En uno de los viajes que en este tiempo hizo desde Valencia a Cocentaina, Hna. Mª Teresa fue detenida por los milicianos y conducida a una checa, donde pasó horas de verdadera angustia, en las que su vida corrió un serio peligro, siendo finalmente liberada.

Una vez finalizada la guerra, las Carmelitas volvieron a su “Palomarcico” de Manises. En los trabajos intensos por adecentar y restaurar el Convento, que había sido cuartel, Hna. Mª Teresa se prestó incansable a cuanto de ella necesitaba su Comunidad.

Había por entonces en aquella Comunidad Hermanas de “velo blanco” o legas, y Hermanas Coristas. A las primeras siempre se les asignaban los trabajos más humildes y costosos. No siempre esta diferencia obedecía a una vocación de Dios, sino que la mayoría de los casos se debía a que las Hermanas leguitas lo eran por no haber tenido dote económica que aportar al Convento. A Hna. Mª Teresa, en su fuero interno, se le hacía dificultoso aceptar esta “diferenciación” entre unas y otras, dado que todas eran esposas de Cristo. Su espíritu tan evangélico se resistía a estos esquemas y suplicaba al Padre Dios, desde el “amarás a tu prójimo como a ti mismo”.

Una vez normalizada la vida conventual, llegaron hasta el Carmelo de Manises un nutrido número de vocaciones. Fruto de esta fecundidad nacieron tres fundaciones: Puzol, Buñol y Altea.

Corazón de Jesús. Orito.

Providenciales fueron los caminos del Señor hasta la fecha del 24 de agosto de 1973, en que Madre Mª Isabel, acompañada de un grupito de Hermanas, llega al Santuario de Nuestra Señora de Orito -Loreto-, donde las esperaba un Monasterio de frailes Franciscanos Descalzos Alcantarinos, que pronto se transformaría en uno de los Carmelos de Sta. Teresa de Jesús.

La vida de observancia y austeridad que Madre Mª Isabel sembró en la nueva fundación destacó por la soledad, silencio, pobreza, oración y contemplación, para vivir la radicalidad evangélica del estilo carmelitano-descalzo. La Comunidad, por dificultades surgidas al comienzo de su llegada a Orito, donde al ser pocas Hermanas resultaba difícil compaginar el trabajo remunerado con la observancia regular, renunció a aquél para vivir únicamente de la Providencia, aun a riesgo de que no llegaran las provisiones, confiada siempre en la fidelidad de Dios.

La Sierva de Dios fue una gran contemplativa; a menudo pasaba largos ratos de las noches en oración, y Dios le concedió penetrar, de modo infuso, el misterio de su amor y misericordia, en consonancia con su apellido religioso: “Amor Misericordioso”. Como buena Carmelita, amó filialmente a Ntra. Madre Santísima, la Virgen María. Confiaba en ella sin medida. Decía que a su Comunidad la cuidaba el Corazón Inmaculado de María, y que en ese refugio estaba segura.

Madre Mª Isabel, hospitalizada.

A lo largo de su vida, Madre Mª Isabel padeció diversas enfermedades. Su llegada a Orito fue muy favorable, ya que el clima seco le era reconstituyente por estar aquejada de problemas respiratorios. El verano de 1980 lo pasó en reposo por una afección cardíaca. Desde este momento hasta su muerte, sobrevenida el 31 de octubre de 1987, la cruz de la enfermedad ya no la abandonaría. Su diagnóstico era muy complejo en cuanto a aparato respiratorio y corazón.

En cuatro ocasiones hubo de ser ingresada en diferentes Centros de salud, dejando siempre a su paso una estela de virtudes cristianas sólidas, de fortaleza en el dolor y de saber sobreponerse a su estado de enferma, con un gran olvido propio, preocupándose siempre por cuantos la rodeaban.

El 3 de septiembre de 1987, la enfermedad de Madre Mª Isabel se agravó, de forma que ya no fue posible la recuperación, pese a los esfuerzos realizados, en este sentido. Fue consciente del momento que vivía. Y alentó a la Comunidad en su postrer despedida: “No estéis tristes; la Virgen no quiere que estéis tristes porque yo me voy al cielo”, -decía a las Hermanas”. En sus últimos días recibió el consuelo de ser visitada por el Sr. Obispo, D. Pablo Barrachina y Estevan quien, conocedor del estado de la Madre, acudió a darle su bendición y absolución de Padre.

Igualmente, diversos sacerdotes, muy vinculados espiritualmente a ella y a la Comunidad, fueron testigos de las últimas horas de esta preciosa vida, entre ellos, el Rvdo. Sr. D. José Ruiz Costa quien le preguntó: “-Madre, díganos algo del cielo. ¿Qué es el cielo?”. Ella se recogió unos instantes y contestó: “-El cielo es el centro del amor. El cielo es el lugar donde siempre se ama”.

Finalmente, en la mañana del día 31 de octubre de 1987 moría Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso, mientras se celebraba la Misa Conventual, aproximadamente cuando se recitaba el Padrenuestro.

Después de su fallecimiento, varios sacerdotes celebraron la Eucaristía ante sus restos mortales. También el Sr. Obispo y el Sr. Vicario General acudieron el mismo día 31 para orar ante el féretro de la Madre. El funeral se celebró al día siguiente, 1 de noviembre. Se cantó con “Gloria”, en atención a la Solemnidad de Todos los Santos. Durante el acto de enterramiento, la Comunidad entonó un Magnificat Solemne para despedir a su amada y venerada Madre. Y, una vez tapiado el nicho, sobre el yeso blando, Madre Mª Elena de Cristo, su más cercana colaboradora, secundando la voluntad de Madre Mª Isabel, que así lo había manifestado, escribió: “OS SIGO AMANDO”.

Así finalizó la peregrinación terrena de Madre Mª Isabel del Amor Misericordioso, que nos sigue amando, desde el Centro del Amor, desde el lugar donde siempre se ama: la Patria del Cielo.

“Vi a su Majestad… díjome que tuviese por cierto que a todas las monjas que muriesen en estos monasterios, que Él las ampararía…”
Sta. Teresa de Jesús